Tips para visitar Amealco

Un viaje a las cabañas y el bosque de un Pueblo Mágico en el centro de México

Al dejar la ciudad de Querétaro hacia al sur se transforma el paisaje: desaparecen los edificios y son reemplazados por campos verdes; si bajas la ventana durante el trayecto, te darás cuenta que el aire se vuelve más fresco y limpio como un preámbulo del bosque. Así es ir a Amealco donde se come mole y carnitas, se venden muñecas de hermosos bordados y se duerme entre árboles.



Nuestra primera parada fue en el centro de Amealco que se extiende alrededor de la parroquia Santa María y tiene una bonita explanada, y portales para pasear. Lo primero y más urgente era comer, y para el desayuno el Mercado se pinta solo: tiene pan de agua (en forma de puerquitos), tostadas de arriero crujientes con nopal, y unas deliciosas carnitas.

La verdadera especialidad de Amealco es el mole de guajolote, pero este se disfruta en particular los martes y a veces los sábados y domingos, en los varios locales que se multiplican sobre la carretera. Es uno de los mejores moles que he probado con porciones muy generosas, que se acompañan de frijoles, arroz y un refresco bien frío.

Ahora bien, en esta ocasión, queríamos algo dulce antes de empezar a caminar y para eso, cruzando la plaza hay unos churros llamados Las Duyas que son perfectos para acompañar con café. Ya recargados fuimos a descubrir los alrededores.

A las niñas les encantó el Museo de la Muñeca con todas las diferentes variedades de muñecas típicas de los diferentes estados y la protagonista Lele, la muñeca otomí, muestra orgullosa del trabajo de las artesanas de Amealco y que representa la cultura del Pueblo Mágico. A un costado, en Casa de Artesanías “Doni”, me compré una bonita blusa bordada y dos muñecas para las peques.

Ya era hora de irnos hacia las cabañas y dejamos el centro de Amealco y luego de varios tropezones hallamos el camino y el bosque. Era como estar lejos de todo, y en medio de la naturaleza una gran cabaña de madera con vista a los árboles. Dejamos todo y fuimos caminar, correr por los senderos y ver bichos y animales que ya no existen en la ciudad.



Por la noche, el cielo se cubrió de estrellas, hicimos fogata y asamos bombones y salchichas. Las niñas reían, maravilladas por las chispas del fuego y el placer de estar al aire libre. Dormimos con gusto y en la mañana fuimos a visitar los venados que viven protegidos en Rancho Calixto. Despedimos el viaje con un elote a pie de carretera; habíamos descubierto la magia de Amealco. 

Más información
Cabañas Rancho Calixto FB @RanchoCalixtoAmealco

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