Lisboa es una ciudad con una rica herencia arquitectónica que abarca siglos de historia. Los estilos tradicionales, como el Manuelino, se destacan en monumentos emblemáticos como la Torre de Belém y el Monasterio de los Jerónimos, símbolos del poderío marítimo de Portugal durante la Era de los Descubrimientos. Este estilo es una variante del gótico, caracterizado por sus detalles intrincados y elementos náuticos, y refleja la riqueza y el arte portugués del siglo XVI.
El Barroco Pombalino es otro estilo predominante en Lisboa, que surgió después del devastador terremoto de 1755. La ciudad baja fue reconstruida bajo la dirección del Marqués de Pombal, quien implementó un diseño racionalista y simétrico en la Baixa Pombalina, siendo la Praça do Comércio uno de los mejores ejemplos de este enfoque urbanístico.
En contraste, el siglo XX trajo a la ciudad una ola de modernización. Obras como la Estación de Rossio y el Elevador de Santa Justa, con su estructura de hierro neogótica, marcan la entrada de Lisboa en la era industrial. Estos proyectos no solo facilitaron la movilidad urbana, sino que también se convirtieron en monumentos turísticos populares.
La arquitectura contemporánea de Lisboa ha florecido especialmente en las últimas décadas, con ejemplos como el Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología (MAAT). Este edificio, diseñado por Amanda Levete, se ha convertido en un ícono de la ribera del Tajo. Su estructura ondulante, inspirada en el paisaje, invita a los visitantes a caminar sobre su techo y disfrutar de vistas panorámicas del río y la ciudad. Además, el Parque de las Naciones, construido para la Expo 98, ofrece una muestra de la arquitectura moderna, con el Pavilhão de Portugal como una de sus joyas.
Este recorrido por la arquitectura de Lisboa muestra cómo la ciudad ha sabido adaptarse y evolucionar, fusionando tradición y modernidad en su paisaje urbano, convirtiéndose en un destino indispensable para amantes del diseño y la historia.
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